"La vida no se trata de esperar a que pase la tormenta. Se trata de aprender a bailar en la lluvia " (Vivian Greene)

martes, 11 de septiembre de 2012

¡Una de...! Ponle el cinturón, protege su vida


Anonadado me quedé cuando dando una vuelta por un ALDI (que por cierto me encantan las cajoneras que tienen en medio de la tienda con una variada selección de productos de cualquier tipo que puedas imaginar) me encontré con esto. Ahora viene una pregunta para aquellos entendidos del mundo del motor, las autoescuelas, la veterinaria o cualquiera que alguna vez le haya dado por añadir este tipo de conocimientos a su cerebro: ¿esto es legal? ¿y bueno para el perro? Porque muy tranquilo debería estar también... En fin, ¡curiosidades de la vida!
 
 
 
Y tiene muuuuuuuuucha razón

sábado, 8 de septiembre de 2012

Frágiles

frágil.
(Del lat. fragĭlis).
1. adj. Quebradizo, y que con facilidad se hace pedazos.
2. adj. Débil, que puede deteriorarse con facilidad. Tiene una salud frágil.
3. adj. Dicho de una persona: Que cae fácilmente en algún pecado, especialmente contra la castidad.
4. adj. Caduco y perecedero
 
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
 
Podemos acompañar el adjetivo frágil a multitud de sustantivos. Un material, como el cristal. Un objeto, como un huevo. Un sentimiento, como el amor. Una enfermedad, como el Síndrome X frágil. Una persona, como tú y como yo.
 
Diríamos que una persona frágil es aquella que por cualquier factor bien intrínseco o extrínseco pierde autonomía propia y parece que su propia personalidad va a hacerse añicos (que quizás expresa más que "pedazos") en cualquier momento. Una situación crítica, una enfermedad, un momento inoportuno, un día de pie izquierdo. Nuestra piel, nuestros ojos notan esa fragilidad; nuestra mente nos impide pensar y sólo permite balbucear según qué sílabas. Damos al resto una sensación de necesidad de medir las palabras, los actos, de necesitar un abrazo sin pedirlo, a riesgo que cada pedazo de nuestro cuerpo se separe de su conjunto. Pero sólo esas personas adecuadas serán capaces de ver nuestra delicada existencia y llevarnos de nuevo hacia esa fortaleza que nunca debimos perder.
 
También puede ser que nuestra fragilidad se encuentre escondida, dentro de nosotros como aquella caja marcada que lleva en su interior una de las mejores y más importantes vajillas del país. Se encuentra a salvo de todo, dando una sensación de dureza, de resistencia hacia cualquier golpe que se le puede dar, pero puede picarse si se da justo en el momento y situación adecuada.
 
Por último están los que vienen con etiqueta, los que por una situación concreta cuelgan de su talón la marca de su destino, pero que en realidad, si se les conoce en su profundidad, pueden ser más fuerte que cualquiera, conjugando su realidad con la nuestra. ¿Por qué etiquetar? ¿Por qué clavar a aguja el sello de nuestra presentación? Desconocimiento quizás, o ser diferente a lo que se considera normalidad.
 
 
Estoy seguro de que a medida que íbamos leyendo -o escribiendo- nos han venido personas a las que relacionar, o momentos de nuestra propia existencia que encajarían como piezas de puzzle -de peces-. Todas ellas te las puedes encontrar en la consulta, en planta o en urgencias en cualquier momento. Ante la enfermedad, somos frágiles, somos el primer grupo, aunque nuestra mentalidad juegue a introducirnos en el segundo, buscando desesperadamente un consuelo que nos entienda. Acabaremos asumiéndolo, dándonos fortaleza propia, o por los demás, y al final lograremos que nuestra piel y nuestros ojos se quiten de su memoria toda la sensación de fragilidad que habían adoptado sin permiso. Hay que asumir, ser fuerte, constante y dirigirnos sin cesar hacia la meta, hacia nuestro más preciado objetivo. Porque nunca hay que dejar de caminar, y si uno se cae, siempre hay que levantarse, aunque nuestros brazos hagan un esfuerzo sobrehumano para conseguirlo. Porque el valor, nuestra mentalidad, nuestra propia existencia y personalidad, son las bazas más grandes de nuestra carrera de obstáculos de la vida, y hay que saber utilizarlas para saltar los relevos, quizás rozando, pero sin que rompan lo que es probablemente lo más frágil de nosotros, nuestro alma.
 
Frágiles, a parte de ser una película -buena, parece ser- de Jaume Balagueró, es la nueva serie de los jueves de TeleCinco. O más bien, era, porque este jueves acabó a la espera de una confirmada segunda temporada. A pesar de que no la pude ver en televisión desde el primer día, estoy siguiéndola a internet, poco a poco, saboreando cada capítulo, todavía sin acabar.
 
 
La serie no sólo nos cuenta la historia de Pablo, un fisioterapeuta que pasa consulta a sus pacientes con aires de tinte dramático y ateniéndose a las formas y el humor -a veces algo negro-. Sino que es algo más. La serie nos presenta la situación de Pablo, dos historias paralelas de continuación y una historia cambiante en cada capítulo. Conjuga el arte de la fisioterapia con la psicología, la intuición y el positivismo. Nos captura esas enfermedades raras, poco comunes, desconocidas, esos miedos, culpas, complejos -como se presenta en su cabecera- con una brillantez absoluta. Etiqueta a las personas especiales, pero especiales de excelentes, a la integración y el todo es posible. Da una visión positivista ante esa enfermedad que nos derrumbaría. Juega con las emociones, con el monólogo final. Hace lo que muchos médicos consideran-amos- algo magnífico en su paciente, sacarle una sonrisa a pesar del todo.
 
No he acabado de verla, y eso que la primera temporada sólo cuenta con ocho capítulos. No me ha defraudado, sino que me ha sorprendido. Es la misma productora de la especial "La pecera de Eva", que juega con un rodaje muy peculiar: no utilizan guiones en los diálogos, sino pautas de qué deben hablar y qué objetivo conseguir. No saben exactamente qué les va a decir el otro, y ellos deben responder con lo primero que les venga a la cabeza. Sorpresas mucho más naturales, dramas y gestos que a lo mejor no saldrían de esa forma si hubiese que seguir un guión al pie de la letra. Todo eso con unos actores y actrices que lo bordan, cada uno en su papel perfecto. Lo único que no se deja al libre albedrío son los monólogos, y la historia. Una historia que espero que no me defraude. Como dice mi madre "hace mucho que no veíamos algo así en la televisión, parece raro" - viniéndole a la cabeza las tórridas -en todos los sentidos- imágenes de la extinta Física o Química. Si podéis, dadle una oportunidad. Y me contáis.
 
Abrazos
 

domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Valium la pena?

Aunque cada vez voy asimilando -y por tanto, olvidando- un poquito más a mis compañeros los acúfenos, hemos vuelto -ellos y yo, no vamos a dejarnos  la parte protagonista, claro está- a la consulta del otorrinolaringólogo para ahondar un poquito más en el posible origen -¿y divino tratamiento?- de estos dicharacheros amigos.

 
 Un oído y zona cerebral correspondiente anatómicamente normal, con una oto-visión y una resonancia magnética que lo avala, y funcionalmente normal en cuanto a lo que la audiometría e impedanciometría se refiere. Y aunque seguimos nadando dentro del campo de lo idiopático, vamos alcanzando alguna isla que podría darnos un cobijo, y la respuesta, aunque hasta ahora sólo hayamos encontrado algún que otro espejismo.
 
Y es que al buen doctor no se le pasó por alto en la anamnesis posibles afecciones relacionadas con la espalda y remedio utilizado para paliarlo, descubriendo así mediante pruebas radiológicos de hace más de dos años, una escoliosis dorsal y una rectificación cervical a la cual he intentado poner barreras en su libertino aumento. Mis acúfenos se mantienen casi indemnes, mientras que mis dolores de espalda han pasado a un segundo y más que olvidado plano. Algo bueno que nos llevamos, y es que el ejercicio es esencial en nuestra vida. Apuntadlo.
 
Así pues llegó el momento de la nueva decisión, visto que el tratamiento antihipóxico microvascular (déficit de sangre en el oído que hace que las pobres células se quejen a modo de chillidos) no había dado ningún resultado:
 
- Pensemos que es de los problemas de espalda, de la musculatura contracturada que puede pinzar los nervios, disminuir el flujo sanguíneo, a pesar de que estés haciendo ejercicio para evitarlo (aún así, es verdad que me noto algo cargado últimamente), porque por ahora seguimos desconociendo cuál puede ser el origen.
- Bien (y por supuesto no dudo en seguir con las medidas higienico-dietéticas -son así como se denominan- que tan bien creo que están haciendo)
- Sólo te voy a recetar una cosa... -asiento feliz- un Valium® por la noche como relajante muscular-mirada inquisitora del doctor-
- (Mmm...sé lo que es, por qué me lo da, sé lo que hace en mi cuerpo -de hecho es uno de los temas que más me gustó cuando estudié la farmacología en tercero, esas benzodiacepinas-). VALE.

 
 Cuando en realidad debería haber respondido "¿y no hay otra opción?". De hecho, ahora recuerdo perfectamente su cara de "te lo digo, a ver qué dices". Y es que al fin y al cabo, el paciente siempre tiene la última palabra. Acepté sin más dilación sin pensar siquiera en otra alternativa bien farmacológica o mecánica mismo como un buen masaje de esos que llevo mucho tiempo demandando a todos mis allegados (y que sigo demandando por aquí :-P), a pesar de que inicié mi vida activa en el deporte de nuevo, gracias a estos queridos amigos.

Demoré unos días la toma de mi diazepam, teniéndolo encima de mi mesa a modo de mirada inquisitoria y preguntando "mamá, ¿me lo tomo pues?". No me hacía falta leer el prospecto para saber lo que me esperaba, me lo sé de memoria. Además, mis amigos van mejor que antes y yo en ningún momento he notado estrés impresionante, insomnio o ansiedad, las otras indicaciones de este principio activo tan conocido por la sociedad, y que en muchas ocasiones sí puede ser necesario tomarlo. Súmale tolerancia y dependencia, efecto rebote... Al final, llevo dos pastillas en mi cuerpo, una cada noche -está claro que la posología es mínima-, y que no he notado gran cosa en cuanto a somnolencia o astenia, aunque tampoco me noto mucho más relajado -llevo dos días, de todas formas-. Sólo tengo prohibido conducir por las mañanas, aunque me espera un septiembre tardío más que movidito y tengo que estar alerta unas 12 horas al día. Quizás vayamos por el buen camino, pero sigo sintiendo que esta medicación no es para mí, no quiero que cambie mi estilo de vida ni mi forma activa de ser, ni veo una indicacion estricta para la que fue concebido. No lo sé, sigo dándole vueltas. Simplemente me sigo preguntando si valium la pena.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...